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CORSHO,
EL DUENDE DE LOS NIÑOS
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Escrito por María Pastor Santos
Todos
creemos que los duendes sólo son para las personas de corta edad, pero
nos equivocamos. Cada duende tiene una función, un empleo. Cada uno de
ellos tiene asignado una tarea y también a un grupo determinado de
personas. Tu duende siempre estará a tu lado, pero sólo creerá en ti si
tú crees en él.
Corsho era
un duende de mediana edad. Tenía grandes ambiciones y odiaba que los
adultos no creyesen en él. Una mañana de domingo se reunió con el
consejo y pidió una oportunidad para dejar vivir, trabajar con niños.
Hasta la noche no recibió notificación de su petición y por lo tanto
estuvo todo el día de aquí para allí intentando que algún adulto se
alejara del trabajo y pensara en él, pero fue inútil.
A las 10
de la noche recibió la respuesta: sólo si en una semana había conseguido
que algún niño entrara en el mundo de fantasía a través de la
imaginacion, sólo si eso ocurría, podría ayudar a otros niños. Él
aceptó.
El lunes
emprendió su marcha y se fue a la tierra, donde allí la fantasia es un
tabú, donde los duendes sólo son películas y las hadas no existen ni en
ellas. Estuvo buscando niños que gracias a sus ganas de vivir la
fantasía y de no crecer nunca pudiesen traspasar las barreras de la
fantasia, no los encontró.
Llegó el
sabado y Corsho ya había perdido las esperanzas. Pero después de unos
minutos de pensamientos continuados se acordó de las palabras que una
vieja hada le había dicho cuando él era pequeño: " Allí, en la tierra,
viven unos seres que desean que vosotros entréis en su mundo, lo
consiguen diariamente, y aquí, pasa lo mismo pero por desgracia son muy
pocos los que consiguen méritos, los niños tiene un corazón grande y
puro, por eso lo consiguen, y ellos lo saben, el problema es que
nosotros, no lo sabemos".
Se le
iluminó la cara. Pequeñas lágrimas empezaron a brotar de sus azules
ojos. Entonces volvió a la tierra. Siguió buscando y encontró un pequeño
pueblo, no más de 100 habitantes. Entró en una casa y allí la vió, una
niña llorando.
- ¿Por qué lloras?
- Hola, ¿tú eres un duende?
- Sí
- Yo he leido sobre vosotros, mi hermano me ha rasgado el libro de cuentos mágicos sobre hadas y duendes.
- ¿Por eso
lloras? Tranquila, yo te puedo ayudar, corre cierra los ojos piensa en
los cuentos que has leido y entrarás en mi mundo.
Y así fue.
A Corsho le dejaron cuidar a niños y a Sofia (la niña) le contaron
muchos cuentos que se guardaron en su cajón secreto donde ni su hermano
ni nadie los podía rasgar. Ese cajón era su imaginación.
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